Hoy he podido dar la clase de matemáticas nada más y nada menos que con los robots Dash y Dot. He dado en los cursos de 3º de Primaria, dos sesiones seguidas en 3ºB y una en 3º A. He elaborado un juego en el que han repasado operaciones de sumas y restas con decimales, cambio de unidades de medidas, áreas, multiplicaciones y problemas. En la clase de 3ºB he tenido la oportunidad de realizar el juego por completo, incluyendo un juego matemágico.
El juego consistía en lo siguiente: los alumnos, por grupos de 4-5 alumnos tenían que resolver la hoja de ejercicios que les di. Los ejercicios los iban resolviendo a la vez todos, y comprobando por medio de Dash que los resultados estaban bien. Para ello, hice un tablero grande con cifras aleatorias (cada cifra del tamaño de un folio) y otras que eran el resultado correcto ordenado de cada ejercicio. De esa forma se originaba un camino que Dash iba siguiendo, para lo cual cada grupo de alumnos tenía que manejarlo usando los botones que hay sobre su cabeza, pues yo lo programé así. Dot tenía la mera función de informar para decir si la casilla sobre la que estaba Dash era la correcta o no. El camino recorrido por Dash conducía a una de las 5 puertas que yo había colocado en un extremo del “tablero”. Detrás de cada una de las puertas había un personaje, en cuatro de ellas un monstruo, y sólo en una un mago, el mago de las matemáticas, el cual, tras resolver un acertijo de adivinanza que descubrieron por medio de unas tarjetas que fui entregando a cada grupo según salían a usar a Dash. Mi objetivo con este juego era que todos, por medio del trabajo en grupo, y toda la clase conjuntamente, consiguiesen un objetivo en común: llevar a Dash hasta la puerta de su castillo mágico. Al decirle la contraseña al mago (la solución de la adivinanza), este les otorgó un secreto matemágico, un truco que les enseñé yo y que obtuve de un libro llamado Educando con magia, de Xuxo Ruiz Domínguez. Con el grupo de 3ºA realicé la actividad de manera improvisada, puesto que no tenían pensado hacerla con ellos y solo dispuse de una sesión para ello. Es por eso que con ellos el truco (que no quiero que sea el mismo que el que expliqué a la otra clase para que así se lo hagan entre ellos), no he podido hacerlo y se lo enseñaré otro día.
El caso es que las sesiones han salido muy muy bien, los alumnos estaban muy motivados y han repasado muchos contenidos matemáticos. Es cierto que la clase se ha alterado un poco, pero ha merecido la pena, puesto que tanto ellos, como mi tutor y yo hemos disfrutado mucho.
Cada me veo más a mí misma como maestra, me siento más preparada y realizada. No me importaría trabajar de esto toda mi vida incluso aunque no me pagasen. Casi siento que me alimentan los niños el alma con su alegría, sus enfados, sus dudas y su inocencia, y no me hace falta ni comer.
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